Nos hemos reunido 22 personas (incluida una niña). Nos tenemos que desplazar un poco con los coches para ir hasta el punto de salida, en una de las calles de la urbanización de la Cala Provençal, un poco más hacia el sur. Tomeu Garau será nuestro guía hoy. A las 9:20 empezamos a caminar en dirección oeste por la calle de la urbanización, hasta llegar a un camino de tierra que se adentra en el pinar en la misma dirección. El camino es ancho y transcurre entre los pinos primero y por terreno despejado después. A nuestra izquierda tenemos las laderas del Puig Negre, que será la mayor elevación que subiremos. Frente a nosotros las Penyes Jerònies que dejaremos a la derecha.
Seguimos por el llamado Camí de sa Cala hasta llegar a una especie de cruce. Hacia la derecha iríamos hacia la Font de sa Cala, de frente hacia las antiguas casas de Cas Garriguer de s'Heretat. Nosotros iremos hacia la izquierda, hacia el sur, por un sendero ya mas estrecho y que va ascendiendo una vaguada, dejando, como hemos dicho, las Penyes Jerònies a la derecha, llegando hasta un collado desde donde se ve Canyamel, sus playas, su torrente y su campo de golf (parece que hoy en día todas las calas, además de su urbanización, tienen que tener su campo de golf). Si bajáramos por la otra ladera llegaríamos a la carretera de acceso a Canyamel. Nosotros giramos hacia el este para emprender la subida hacia el Puig Negre. De momento el sendero ha estado en todo momento definido. A partir de ahora ya no hay sendero, al menos no tan visible, pero sí que hay fitas que marcan aquí y allá la subida. Pero lo que realmente marca son las espinas de una gatova (Genista lucida) que nos dejan marcados piernas y brazos a pesar de los pantalones o el jersey. A todos menos a Biel, fiel a su costumbre de llevar pantalón corto, que dice que no le pican. ¿Será verdad?
Llegamos a un collado que separa dos cimas. Ascenderemos a la de la derecha, más alta. Por suerte el arbusto espinoso (que además de ser molesto es endémico de Mallorca) ya no es tan abundante. Ya no hay incluso tanta vegetación y casi todo lo que hay es carrizo. Del otro lado del collado bajaríamos hacia Cala Procençal. Giramos un poco hacia la derecha para terminar de subir el Puig Negre, con un último tramo más pedregoso. Son las diez y media más o menos y aprovechamos para merendar y disfrutar del paisaje.
Al reanudar la marcha una media hora después se me olvida poner el GPS en marcha por lo que esta parte de la excursión no quedará registrada. La bajada la hacemos en dirección sureste. Tenemos de frente la torre de vigilancia de la Talaia Vella o de s'Heretat. A pesar de no haber un sendero definido hay fitas que nos marcan el camino además de tener una buena referencia en la torre. La bajada es algo pronunciada pero buena de hacer. Al final vamos 'cresteando' siempre en el mismo sentido hasta tener casi encima la torre. Ahí es donde arranco de nuevo el GPS al darme cuenta de que no lo tenía puesto en marcha. La subida se hace por el lado contrario, por el sur, al que llegamos. Por el lado norte es bastante escarpado. Rodeamos las peñas por la derecha, siguiendo también unos puntos azules que han aparecido y que marcan un sendero bastante definido que será el que nos conduzca hasta la torre. La Torre de la Talaia Vella o de s'Heretat está en bastante mal estado. La parte del muro donde está el acceso a la torre está caído y un puntal evita que haya mas desprendimientos y mas degradación de la misma. Evidentemente la subida es un peligro, aunque en vista de su estado dudo que a alguien se le ocurra subir. Cerca de la torre hay una garita, bastante mas moderna, y que servía para hacer también vigilancia aunque de otro tipo ya que se trataba evitar el contrabando que había en esta zona. Un poco ladera abajo una caseta, ahora en ruinas, debía de hacer las funciones de cuartel de carabineros.
Continuamos el recorrido un cuarto de hora después (a las doce y diez) por el mismo sendero que hemos utilizado para subir pero continuando en la misma dirección, sureste, en dirección al hito geodésico de s'Heretat o Talaia Vella. Después de la bajada hay una especie de altiplano y allí nos desviamos a la izquierda, noreste, por una ladera de lapiaz con carrizo. El terreno hace que el andar se haga dificultoso por tener que ir saltando de roca en roca evitando tropezar o enredarse con el carrizo. Así y todo alguno de nosotros no puede evitar una caída que por suerte no tuvo mayores consecuencias a pesar de haber sangre de por medio. Por este motivo, por lo incómodo de este tramo, la excursión la calificaron como 'dura'.
Poco a poco vamos llegando todos hasta la orilla del mar. Hemos hecho esta bajada para visitar una cueva que hay en esta zona: la Cova des Cingles (o de Na Mitjana como indican en otros sitios). Nos agrupamos en una pequeña cala donde dejaremos las mochilas y algunos de nosotros esperarán al resto pues no visitarán la cueva. Para ir hasta ella hay que ir siguiendo la costa hacia el norte manteniendo la altura sobre el mar. A unos 100 metros de donde nos hemos reunido antes, en un muy pequeño anfiteatro formado por las rocas, está la entrada a la cueva, en un agujero en el suelo en la base de la pared. Cerca del agujero se ven restos de anclajes oxidados que indican que en su día la entrada estuvo cerrada. Una vez pasada esa entrada, hay que recorrer a gatas una pequeña sala de techo bajo hasta llegar a otro agujero sobre la cavidad principal de la cueva. Hay una altura de unos 5 o 6 metros que podemos salvar gracias a una escalera de aluminio de varios tramos atados con cuerdas y sujeto todo el conjunto a una columna cercana.
Unas velas puestas por aquí y por allá iluminan el interior. Aprovecho para decir que el uso de velas para iluminar cuevas parece que se está poniendo de moda, pero por desgracia lo único que hacemos es destruir en pocos años lo que la naturaleza ha tardado miles o millones de años en formar. Una linterna basta y sobra para poder disfrutar del espectáculo que se nos abre a nuestros ojos. Una serie de estalactitas con un ensanchamiento en forma de globo en su extremo cuelgan del techo aquí y allá. Un pequeño lago con fondo arenoso en medio de la cavidad, con una pequeña playa también de arena (como dice Tomeu, un buen sitio para poner la toalla en la playa sin que te quemes por el sol). Otra estalactita con forma de cortina agrupada colgando sobre el lago a modo de lámpara. Gruesas columnas parecen separar unas salas de otras. Si bien no es muy amplia, es fácil estar mucho tiempo contemplando todos y cada uno de los recovecos que tiene, incluyendo una pequeña ventana al mar a través de una fisura entre las rocas. Tomeu también nos ha contado que hace unos años vinieron a recoger muestras de unas gambas que hay en el lago, algunas de las cuales podemos ver en su oscuro, ahora alterado por nuestras linternas, deambular. Son bastante grandes, unos 5 o 6 cm, y en sus idas y venidas se atreven a acercarse casi a nuestra mano metida en el agua. He buscado intentando descubrir si corresponde a alguna especie en particular endémica de esta cavidad o si por el contrario es bastante corriente, pero no he encontrado nada que me lo indique. Terminamos la visita y nos juntamos con los que habían quedado en la pequeña cala esperando y aprovechamos también para comer. Lo que queda de excursión no es mucho.
Son cerca de las tres de la tarde. Después de casi dos horas, entre la visita y la comida, emprendemos de nuevo la marcha. Nos toca subir por la vaguada que tenemos a nuestra espalda (mirando hacia el mar) desviándonos un poco hacia la derecha. Hay hitos que nos indican la dirección a seguir. Al llegar a un pequeño collado, encontramos un sendero bien definido señalado con puntos azules. Es un nuevo acceso hacia la torre de vigilancia. Nosotros lo tomamos en bajada por la otra ladera del collado (dirección noroeste). Pasamos al lado de una sitja bastante grande y cruzamos el cauce seco de un torrente. El sendero se hace mas ancho, casi camino, y se allana, pasando junto a un gran forn de calç (de los mayores que he visto). Poco antes de las tres y media llegamos al lugar donde hemos dejado los coches cerrando el circuito.
Ha sido un recorrido corto, alrededor de 8 kilómetros (más o menos, y teniendo en cuenta que un trecho no lo pude capturar con el GPS), pero exigente, y aderezado con la visita a la cueva, que le añade un punto de misterio. La cueva, las cuevas en general, siempre son espectaculares y por si solas compensan con su belleza el esfuerzo dedicado en la excursión.
De CMP Talaia des Cap Vermell - Cova des Cingles |
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