domingo, 15 de abril de 2012

Pas de s'Ermità

Nos reunimos en las cercanías del campo de fútbol de Valldemossa. El tiempo es desapacible, con algún que otro chubasco que cae mientras esperamos. A lo lejos vemos que parece que quiere despejar, lo que hace que no decaiga el ánimo ni las ganas de empezar a caminar. A las 9:10 nos ponemos en marcha, acercándonos con los coches hasta la explanada-aparcamiento de la cercana Ermita de la Trinitat. Somos pocos (12 personas) por lo que decidimos dejar allí mismo los coches en vez de dejarlos en la carretera, ahorrándonos 20 minutos de camino.
En la ermita nos sorprende lo bien cuidado que está el huerto por parte de los monjes que aún permanecen en ella, a uno de los cuales vemos salir en un paseo matutino.
Jesús nos dice que la propuesta inicial de la excursión se ha visto alterada por las malas condiciones del camino en el Pas de sa Paella, por lo que variaremos el recorrido subiendo por el Estret de Son Gallard y bajando por el Pas de s'Ermità. Además el paso es bastante aéreo y tal como está el tiempo no conviene arriesgarse. El de s'Ermità también lo es, pero ya hablaremos de el en su momento. La excursión será un poco más larga pero menos complicada.
Con la mochila a la espalda empezamos la marcha en dirección noreste por un estrecho senderillo que nace al lado de un portillo de la explanada. Son las diez menos veinte y nuestro primer objetivo es la cueva del Beato Ramón Llull y la merienda.
Al poco de empezar a andar dejamos un sendero a la derecha por el que, según nos indica Jesús, bajaremos por la tarde cerrando el circuito. Un poco más adelante dejamos una pequeña cueva (Cova Busquera, veo en un libro que tengo) también a la derecha. Enseguida llegamos a Ses Ermites Velles. Lo único que queda medianamente bien conservado es la pared que delimita el recinto, quebrada en el punto donde la atraviesa el sendero así como en otros pocos lugares. Dentro, el encinar ha ocupado casi todo el espacio que en su día estaría ocupado por huertos y por construcciones de las que apenas se adivina su utilidad de antaño. Sólo un pozo con el brocal atravesado por unos troncos es fácilmente reconocible.
Retornamos al sendero y continuamos más o menos en la misma dirección siempre bajo la protección del encinar junto con madroños y algún pino. Por la cima de la Talaia Vella la niebla se agarra a la montaña. Pasamos por un ranxo de carboneros donde aún queda uno de los pocos hornos de pan cuya cubierta aún permanece casi intacta. A nuestra izquierda dejamos un mirador con unos bancos dispuestos en óvalo. Un madroño ha crecido en medio de la explanada entre los bancos. Apenas hay vistas pues los árboles han crecido tapándolas.
Seguimos el sendero hasta llegar a un coll de tords dispuesto a bastante altura del suelo. Allí giramos a la izquierda en dirección norte llegando hasta otro coll de tords con una cruz de madera a su lado. Rodeando este puesto de caza por la derecha y descendiendo un poco por el otro lado está la entrada a la Cova del Beat Ramon Llull. Es de pequeñas dimensiones y al fondo hay una pequeña lápida con la Virgen y el niño y el beato, arrodillado, a su derecha.
Son las diez y media y aprovechamos para merendar y disfrutar un poco del paisaje que nos rodea, especialmente al pie de la montaña, y de la costa de Valldemossa: las casas de Son Marroig, Son Gallard y La Foradada. La excursión está discurriendo casi toda ella bajo los árboles y apenas podemos ver lo que nos rodea. Más adelante será la niebla la que nos impedirá ver nada.
No nos demoramos mucho en la merienda, apenas veinte minutos. Hay que aprovechar lo que se pueda la bonanza que tenemos. Sigue estando nublado, pero no llueve y eso es bueno. Reanudamos la marcha regresando al elevado coll de tords retomando el sendero girando a la izquierda dirección este. Nos dirigimos al Estret de son Gallard al que ascenderemos por una vaguada que no podemos ver ya que el Morro de s'Eco nos la tapa. Nos encontramos con una alambrada que seguimos dejándola a la derecha hasta atravesarla por un portillo metálico. Empieza la subida propiamente dicha que la realizaremos con calma parando de vez en cuando para coger aliento. Una de las paradas la hacemos en un mirador casi al pie de los acantilados del Morro de s'Eco. Desde ahí vemos la vaguada por la que ascenderemos y arriba la niebla que sigue pegada a la cima de la montaña.
Nos queda la parte mas dura de la subida hasta llegar al Estret, luego se suaviza un poco con largos zig-zags para tomar definitivamente dirección suroeste hacia el Coll de Son Gallard. Entramos en la niebla y si antes los árboles no nos dejaban ver nada ahora la niebla no nos deja ver nada de nada. Nuestras siluetas se recortan en la niebla del collado mientras esperamos a agruparnos. Allí también nos cruzamos con otro grupo de excursionistas.
Desde aquí, de frente a nuestra llegada llegaríamos al Pla des Pouet, pero nosotros nos desviamos hacia la derecha en dirección a la Talaia Vella y la caseta-refugio de s'Arxiduc, donde nos llevamos la sorpresa de verla reconstruida. Al igual que otras construcciones de la sierra, como el cuartel de carabineros o la casa de nieve del Galileo, también a esta la ha tocado de lo cual me alegro. Después de haberla visto varias veces tan descuidada es grato ver estas actuaciones. Lo único que queda ahora es saber quien lleva el control de ella (por poderla aprovechar en un momento dado en que te pille una tormenta).
Seguimos adelante y continúa la niebla que casi moja tanto como una lluvia ligera. Son las doce y diez y empezamos el descenso y acercamiento hacia el punto mas complicado de la excursión: el Pas de s'Ermità (o de s'Ermitans). Seguimos el sendero pero a los 3 minutos a la altura de una fita bastante grande hay que desviarse a la derecha bajando por la ladera. Hay una fita con una piedra y pintura verde 'fofi' que marca el sendero por el que vamos bajando la ladera en continuos zig-zags. A medida que perdemos altura la pendiente se hace mas empinada. Hay que estar muy atento a las fitas y no perderlas para poder atinar el paso al que llegamos a las doce y media.
El paso está habilitado con una cuerda en su primer trecho (de unos veinte metros) y con una cadena en el tramo final (de otros 20 metros también aproximadamente). Es una rampa de piedra bastante lisa sin apenas grietas donde poner los pies y estrecha, con la pared a la derecha y el vacío a la izquierda. El último trozo es el más complicado técnicamente. Jesús se adelanta y acondiciona el tramo de cadena con una cuerda doble que ha traído y que es más cómoda para agarrarse que la cadena. Desde la parte alta solo se ve el tramo de cuerda, por el que uno a uno vamos bajando y desaparecen a la vista de los otros cuando entran en el de cadena-cuerda. Éste, incrementa además su complejidad al estar el terreno mojado y los sucesivos pasos de cada uno de nosotros lo van haciendo más deslizable. Tampoco hay escalones naturales, por mucho que Jesús me quisiera hacer creer, o si los había yo no los encontraba, así que cada uno baja como buenamente puede y por suerte no pasa ninguna desgracia salvo algún que otro arañazo en las manos. Entre unas cosas y otras hemos tardado casi tres cuartos de hora en solventar el compromiso, reanudando la marcha después de comentar las impresiones. Continuamos el descenso y a la una y media paramos en un pequeño claro a descansar y comer.
A las dos emprendemos la marcha. Al final de la comida ha caído un poco de granizo (luego en Valldemossa vimos que allí cayó bastante mas). Nos queda un descenso más o menos suave (en algún momento se empina un poco, sin embargo) en dirección oeste siguiendo las fitas y puntos de pintura verde fluorescente (aunque muchos de ellos están puestos en el sentido de subida). La niebla ha quedado atrás y podemos ver la costa norte destacando la punta de La Foradada. Un cuarto de hora después llegamos a la encrucijada para ir al Pas de s'Ermità (de donde venimos) o al Pas de la Paella. Unas pintadas en rojo en las rocas indican la dirección a seguir para cada uno de ellos. Nosotros seguimos hacia el oeste girando poco después hacia el norte y un cuarto de hora mas tarde llegamos al sendero que recorrimos por la mañana en dirección a Ses Ermites Velles desde la Ermita de la Trinitat a la que llegamos a las tres menos cuarto.
El recorrido ha sido fantástico. No ya por las vistas que no hemos tenido, si no por el entorno, siempre rodeado de encinar al que la niebla le daba un aire misterioso. Y además aderezado con ese puntito de dificultad que le ha dado el Pas de s'Ermità en el que cada uno ha puesto toda la habilidad que tenía para superarlo. Un recorrido no muy duro ni muy largo, unos 9 kilómetros, pero exigente en ocasiones y que hemos disfrutado de verdad.

De CMP Pas de s'Ermità

CMP Pas de s'Ermità


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